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Opinión de la CORA

29/06/2021

En un artículo de opinión, se analiza el rol de los odontólogos en el sistema de salud más allá de la función específica que ocupan en la atención de los pacientes

Dentro del vapuleado sistema de salud, nosotros los odontólogos ocupamos un lugar importantísimo pese al relegamiento constante que las autoridades nos imponen y la población toma por costumbre, al grado de considerarnos casi una profesión auxiliar de la medicina.
Pero es especialmente preocupante que muchas veces nosotros mismos como profesionales de la salud tomemos este menoscabo como cierto.
Esta pandemia y las anteriores vienen a reafirmar el papel destacado que tenemos y debemos asumir como protagonistas de la batalla por la salud de la población más allá de nuestra esfera específica de acción.
Está comprobado desde hace mucho tiempo que la vacunación es una de las principales armas de las que dispone la humanidad para enfrentar enfermedades tanto las súper estudiadas, más antiguas y letales como las actuales, más nuevas, desconocidas, urgentes y no por ello menos importantes.
En el caso específico de la enfermedad producida por el virus SARS-COVID-19, hemos sido testigos (al igual que toda la humanidad) de un vertiginoso trabajo científico en todos los rincones del planeta para encontrar una vacuna en tiempo récord. Sin analizar si estos pueden responder a intereses geopolíticos ocultos o intereses económicos obvios, los resultados de la vacunación salta a la vista en los primeros testeos investigados llevados a cabo: solo el 1.12% del total de vacunados dio positivo de COVID-19 a los veintiún días de haberse inoculado. Ampliando el espectro, se observó lo que sucedía en las casas de pacientes contagiados, sin la vacuna y con ella; en el primer caso, el 10.1% de los convivientes contrajeron la enfermedad pero esta tasa se reducía al 6.06% en el caso de aquellos hogares donde el vacunado había contraído la enfermedad. Un rotundo 40% de reducción de contagios.
A estos números incontrastables debemos sumar que los efectos de la enfermedad son menos dañinos en personas vacunadas; además, se reduce considerablemente el uso de terapias intensivas y se evita así la saturación del sistema y se disminuye la cantidad de personas fallecidas.

Desde nuestro lugar preponderante en el sistema de salud, es imperioso tomar protagonismo e incentivar a nuestros pacientes para que se apliquen la vacuna, independientemente de su origen y preconceptos arraigados (o ¿alguien sabe dónde se fabrican las vacunas BCG, antitetánica, y muchas más del calendario de vacunación que cumplimos nosotros y nuestros hijos?).

Seamos responsables y cumplamos nuestro rol.
 

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